El cosmopolitismo tiene una larga historia que data de la antigüedad. La palabra en sí proviene del griego Kosmopolites y se le atribuye a Diógenes el Cínico quien se describía como un “ciudadano del cosmos”. En el contexto occidental, en un principio se asociaba a dos aspectos: una demanda de libertad (liberarse de las cadenas que conllevan las lealtades locales, tanto culturales como políticas) y la aceptación de un mundo más allá del entorno local. Ambos aspectos han permanecido como hilos conductores en la tradición occidental de cosmopolitismo. Cien años más tarde, en el siglo III a.de C. los Estoicos desarrollaron una forma de cosmopolitismo esencialmente política. En lugar de centrarse únicamente en el rechazo a la vinculación con la comunidad, los Estoicos recalcaban nuestra obligación moral de reconstruir la comunidad siguiendo los principios del cosmopolitismo: una reconstrucción no basada en las tradiciones y lealtades locales sino en virtudes morales y el amor a la humanidad (Nussbaum, 2001) haciendo hincapié en lo que tiene en común toda la humanidad. Este aspecto del cosmopolitismo floreció en la Ilustración adoptando la forma del Universalismo e incluyendo la “Declaración de los derechos humanos” de 1789 y la idea de Kant de una “liga de Naciones” (Appiah, 2006, xiv). Según la lectura que hizo la Ilustración del cosmopolitismo, tenemos obligaciones con los otros con los que compartimos el planeta más allá de nuestras lealtades locales ya que todos somos humanos y nuestras vidas están entrelazadas de distintas maneras. Según Voltaire: “Alimentados con productos de su tierra, vestidos con sus tejidos… ¿por qué rechazaríamos entender las mentes de estas naciones entre las cuales han vi ajado los comerciantes europeos desde que encontraron la manera de llegar hasta ellos?” (citado en Appiah, 2006, xv). El cosmopolitismo del siglo XVIII se tomó en serio “el valor no solo de la vida humana sino de vidas humanas en concreto, lo cual significa interesarse por los usos y creencias que les otorgan significado. Los cosmopolitas saben que hay gentes diferentes y hay mucho que aprender de las diferencias.” (Appiah, 2006, xv).
Durante su larga historia y hasta el día de hoy las distintas versiones de cosmopolitismo han comprendido (i) el reconocimiento de la diferencia humana y (ii) la obligación moral hacia el otro en distintas formas. Con el giro linguístico y su crítica al universalismo, surgieron nuevas maneras de construir la relación entre lo local y lo global, lo particular y lo universal. Estas nuevas formas buscaban partir desde el reconocimiento de la diversidad y el situacionismo. Empezaron a surgir nuevas concepciones del cosmopolitismo que se centraban en cómo se podría construir una esfera social (comunidad local y global) que reconociese plenamente el carácter distintivo y situado del ser humano (sensibilidad contextual).
Yendo más allá de la concepción multicultural del cosmopolitismo definido como receptividad hermenéutica hacia el otro (que enfatiza el dialogo entre culturas, la comprensión empática del otro y el reconocimiento de una condición humana común a distintas culturas), las formas contemporáneas de cosmopolitismo crítico destacan la manera en la que el yo es transformado a través del encuentro con el otro. La obligación moral de aceptar la diferencia humana porque supone el enriquecimiento de nuestra comprensión del ser humano (multiculturalismo como receptividad hermenéutica) ahora se entrelaza con la idea de que tenemos la obligación moral de embarcarnos en una crítica reflexiva del yo que será posible a través de encontrarnos con el otro. Esto introduce un componente esencialmente evaluativo en el pensamiento cosmopolita.
Estas dos tendencias, la universaoista y la contemporánea, de la comprensión cosmopolita encuentran su lugar en la investigación filosófica dentro del contexto de una comunidad de investigación y contribuyen al tipo de orientación cosmopolita que este proyecto intenta desarrollar. Por un lado, la comunidad de investigación promueve una interacción con el otro que atiende a la particularidad del otro y reconoze la obligación moral de interactuar a través de esta diferencia de manera crítica, creativa y comprensiva para de esta manera poder desarrollar un sentido más amplio de las posibilidades humanas y crear (según afirmaban los estoicos) un nuevo orden político basado en principios democráticos y valores morales. Por otro lado, la comunidad de investigación también promueve una re-evaluación del yo en la cual el encuentro con el otro nos plantea la necesidad de la crítica y el cuestionamiento sobre nuestros compromisos y comprensión mientras buscamos la verdad y nos involucramos en la tarea de construir nuestra identidad en relación al otro (como individuos y como comunidad). Esta idea de auto-corrección, concepto básico en la Investigación Filosófica con niños, es condición necesaria en una visión del cosmopolitismo que intenta crear una “lealtad reflexiva hacia lo conocido y una apertura reflexiva hacia lo nuevo” (Hansen 2011). La dimensión reflexiva de auto-crítica lleva a la comunidad de investigación desde un proceso de encuentro cultural (entender al otro como otro) hacia un proceso en el cual emergen nuevas posibilidades de crecimiento y auto-transformación a través del encuentro.
Intereses fundacionales dentro de las diferentes aproximaciones al cosmopolitismo.
Gerard Delanty describe cuatro áreas principales de interés en el campo del pensamiento cosmopolita que definen distintas formas de cosmopolitismo.1
· Cosmopolitismo como filosofía política interesada en principios normativos relacionados con la ciudadanía mundial y la gobernación global. Los conceptos de derecho y justicia se unen a un compromiso político hacia la democracia como vehículo que permite ir más allá de la nación-estado.
· Cosmopolitismo como multiculturalismo liberal que enfatiza la pluralidad, la comprensión hermenéutica del otro y la aceptación de la diferencia en una comunidad política post-nacional.
· Cosmopolitismo como transnacionalidad que enfatiza las identidades mixtas (diáspora, hibridez). Esto recalca la importancia de los nuevos modos de cultura global y de los procesos transnacionales (por ejemplo, aquellos que se desarrollan en patrones de consumo y estilo de vida). Peligros de esto- el estilo de vida de la élite.
· Cosmopolitismo como método mediante el cual poder encarar la realidad de la sociedad contemporánea. En este caso el énfasis no se encuentra en la descripción sino que caracteriza un método de respuesta a vivir en un mundo que es a la vez local y global. Puede ser caracterizado como “un método mediante el cual teorizar la transformación de la subjetividad en términos de relaciones con uno mismo, con el otro y con el mundo (self, other, world). Esto conlleva “dimensiones cosmopolitas de maneras de pensar, cognición y sentir que no provienen ni de la cultura nativa ni de la cultura del otro, si no de la interacción de ambas” (Delanty, 2007, p.11). Esto significa ver la subjetividad como esencialmente relacional y el área social como una esfera de relaciones sociales y actividad inter-subjetiva en vez de cómo objeto (“sociedad”).
Esta última caracterización del cosmopolitismo como método y proceso es especialmente útil a la hora de entender la participación cosmopolita como ideal educativo. Significa ver el cosmopolitismo como orientación, una manera de negociar el mundo (Hansen, 2011, Delanty, 2007) en lugar de verlo como identidad concreta, existencial y no sociológica.
La clave de la investigación filosófica en una comunidad de investigación está, entonces, en su materialización de este ideal cosmopolita. Nos provee de un método educativo para generar “una realidad social de posibilidades inmanentes” a través de la cual los estudiantes pueden desarrollar la capacidad de reflexionar de una manera crítica, creativa y comprensiva sobre la naturaleza fluida e interactiva de la realidad en la que viven. Mediante tal actividad, los niños serán capaces de reconstruir la sociedad como una nueva forma de comunidad cosmopolita en la cual aquellos en riesgo de exclusión pertenezcan a la misma de forma total, y a través de la cual los niños puedan reconstruir su identidad mediante las relaciones con uno mismo, con el otro y con el mundo (self, other, world) y basándose en una “lealtad reflexiva hacia lo conocido y apertura a lo nuevo”. Este es un proceso que dura toda la vida.
El impulso moral o instinto moral es algo humano aunque se manifiesta de diferente manera en cada persona. La educación moral abarca tanto el impulso moral como las condiciones morales.
Al acercarnos al cosmopolitismo como orientación y método (a la vez que aproximación específica a lo humano) el modelo de sociedad centro-periferia también se transforma. La diversidad deja de ser algo externo y lo común algo interno: la diferencia deja de ser un elemento excluyente. Una vez que se ve la sociedad como una serie de interacciones en lugar de un espacio definido, “ocupar” el ámbito público puede ser reconfigurado para que signifique múltiples esferas de aceptación superpuestas. Esto a su vez significa que el todo estará formado por múltiples esferas sociales o comunidades superpuestas y que la diversidad y la mezcla sean la norma. Las fuerzas globales interactúan con las locales de un modo que será múltiple y superpuesto con contornos permeables y borrosos (“no se pueden trazar líneas claras entre fuera y dentro, entre lo interno y lo externo” [Delanty, 2009,7]). Los límites y las identidades individuales y grupales serán mixtas y superpuestas en lugar de homogéneas.
Este compromiso cosmopolita conllevará un proceso de problematización, pluralización (multi dimensionalidad) y cambio en el desarrollo, por lo que el hecho mismo de explicarse a otros constituye un acto de traducción a través del cual poder abrirnos a la incorporación de elementos de la cultura de otros a la nuestra. De esta manera posibilitamos una tercera cultura, un espacio de posibilidad entre las identidades particulares de los presentes, que contiene nuevas posibilidades para el grupo en conjunto (Delanty, 2009). Reconocemos que la traducción en sí es compleja, provisional y parcial, ya se trate de traducción de ideas a proposiciones o traducción desde un contexto lingüístico a otro. Por esta razón, la claridad de significados que intentamos transmitir requiere una reflexión filosófica cuidadosa.
1. Las cuatro siguientes caracterizaciones son resúmenes de conceptos de cosmopolitismo que describe en las páginas 4 y 5 de su libro: The Cosmopolitan Imagination.